RESTAURANDO LA SABIDURÍA
Tema: Conociendo al Sabiduría
Texto: Santiago 3.10-18
Introducción: ¿Ha conocido a alguien que afirma que es sabio pero que actúa con necedad? La sabiduría verdadera puede medirse por la profundidad del carácter de una persona. Así como usted puede identificar un árbol por el tipo de fruto que produce, también puede evaluar su propia sabiduría por la forma en que actúa. La necedad conduce al desorden, pero la sabiduría conduce a la paz y a la bondad. ¿Está usted tentado a agrandar el conflicto, hacer correr el chisme o echar leña al fuego de la discordia? Las conversaciones agradables, así como las palabras prudentes y amorosas, son semillas de paz. Dios ama a los pacificadores (Mateo 5.9). «Celos amargos y contención» están inspirados por el diablo. Es fácil para nosotros ser atraídos a deseos equivocados por la presión social y, a veces, por cristianos con buenas intenciones. Por escuchar los consejos de «impóngase», «hágalo», «fíjese metas altas», podemos ser atraídos hacia la avaricia y la competencia destructiva. Buscar la sabiduría de Dios nos libra de la necesidad de compararnos con los demás y de codiciar lo que ellos tienen.
El diccionario de la Real Academia Española la define como : Grado más alto del conocimiento. Conducta prudente en la vida o en los negocios. Conocimiento profundo en ciencias, letras o artes.
Khama (Hebreo). Consiste básicamente en aplicar bien lo que uno sabe a lo que uno hace, a fin de lograr un buen vivir.
Sofia (Griego). Se usa para describir la prudencia práctica en la vida, y la habilidad para enseñar
En pocas palabras, la verdadera sabiduría es una mezcla de sensatez, prudencia y comprensión de la voluntad de Dios, que nos ayuda a organizar la vida como Dios quiere. El verdadero sabio no pretende saber todo, respeta el misterio y la complejidad de la vida; comprende que solamente Dios es sabio
Es trágico cuando a los cristianos les falta la sabiduría práctica para dirigir sus asuntos, tanto los personales como los de la iglesia. Demasiadas personas tienen la idea de que ser «espiritual» es sinónimo de no ser práctico; ¡y nada está más lejos de la verdad! Cuando el Espíritu Santo nos guía, usa nuestras mentes y espera que hallemos primero los hechos y pesemos las cuestiones a la luz de la Palabra de Dios.
Hay dos fuentes de sabiduría:
A. La sabiduría falsa de abajo (Santiago 3.14–16).
Cuando hay amargura y envidia en el corazón, nuestra lengua expresará tales cosas. No importa cuán espiritual pudiera ser nuestra enseñanza: si la lengua no está bajo el control del Espíritu de un corazón amante, impartimos falsa sabiduría. Para su vergüenza, ¡los cristianos a menudo creen en esta falsa sabiduría y hasta se glorían de ella! Saben que esta «sabiduría» contradice la Biblia, de modo que mienten incluso en contra de la verdad de la Palabra de Dios. La sabiduría falsa pertenece al mundo (terrenal), la carne (sensual) y al diablo (diabólica): los tres grandes enemigos del creyente (Ef 2.1–3). Uno siempre puede decir cuándo una iglesia o una familia sigue a la falsa sabiduría: encontramos allí celos, división y confusión. En lugar de humilde dependencia en el Espíritu y la Palabra, buscan en el mundo ideas y en la carne fortaleza, y al hacerlo así caen derecho en las manos del diablo.
B. La sabiduría verdadera de lo alto (Santiago 3.17–18).
Los creyentes verdaderamente sabios no necesitan pregonar que son sabios; se ve en su vida diaria (conversación edificante y buena conducta) y actitud (mansedumbre). El conocimiento envanece (1Corintios 8.1), pero la sabiduría espiritual nos hace humildes y evita que seamos arrogantes. En tanto que la falsa sabiduría tiene su origen en el mundo, la carne y el diablo, la verdadera sabiduría «es de lo alto» (1Corintios 1.17). Viene de Dios, por el Espíritu; no la inventa la mente del hombre.
Esta verdadera sabiduría es pura; no hay error en la Palabra de Dios. Es pacífica: conduce a la paz y a la armonía, no a la discordia (4.1–10). Los métodos humanos para alcanzar la paz es mediante el sacrificio de la armonía, pero Dios no obra así. En donde la gente se somete a la Palabra pura de Dios, siempre habrá paz.
La sabiduría de lo alto es también amable; la amabilidad incluye paciencia y dominio propio. Cuando la carne controla la lengua, desata un aluvión de palabras sin control o sin una disposición para escuchar a otros. «El necio da rienda suelta a toda su ira», dice Proverbios 29.11. La persona sabia es amable y persuade con paciencia; no amenaza ni acusa. «Benigna» (Santiago 3.17) sugiere una disposición a ceder, a ser razonable.
Con una nueva pregunta retórica, el autor retoma el tema de la sabiduría ya planteado en Santiago 1.5. Quien ha seguido detenidamente el texto de Santiago sabrá que la respuesta debe ir ligada a la práctica de la vida. La fe, la religión y la sabiduría se reconocen en la vida cotidiana. La falsa sabiduría tiene tres características: es terrena, salvaje y demoníaca, mientras que las cualidades de la sabiduría que viene del cielo son numerosas: es pura, pacífica, dócil, comprensiva, piadosa, produce buenos resultados, no discrimina ni es mentirosa. El proverbio sapiencial del versículo 18 tiene una doble intención: cerrar la reflexión sobre la sabiduría indicando que el verdadero sabio es quien trabaja por la justicia y la paz,
Conclusión: Las personas sabias están llenas de misericordia, no se apresuran a juzgar ni condenar; sus vidas están llenas de buenos frutos. No hay fluctuación («parcialidad», Santiago 1.6 y 2.4); aunque están dispuestas a ceder no están dispuestas a comprometer la verdad. Por último, la verdadera sabiduría no permite la hipocresía; la verdad se habla y se respalda con un motivo limpio.