Dios Salió a Tu Encuentro

07.09.2011 13:07

 

Dios salió a tu encuentro

 
 
Dios Salió a tu encuentro. Isaías 64.1-9
(Mateo 11:25-30; Lucas 10:17-24)
 
             
  • El motivo de la gran invitación
La conocida frase de Jesús, «Venid a Mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar», tiene un precioso marco. Comparando este pasaje con su paralelo de Lucas 10, podemos ver el interesante momento psicológico que dio lugar a la «gran invitación». Era aquel día en que habían regresado los 70 con gozo declarando que habían hecho milagros, Jesucristo les dijo: «No os gocéis de esto, sino de que vuestros nombres están escritos en los cielos. Venían llenos de entusiasmo por lo poco que habían visto del poder de Dios realizando milagros; pero Cristo, que veía más allá, se sentía más gozoso que ellos.
Entonces exclama aquellas palabras que nadie se habría atrevido a pronunciar, que serían locura en cualquier boca humana: Venid a Mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar.» Es como decir:
Venid a Mí, huyendo de vuestra miseria y flaqueza, y hallaréis ayuda y fortaleza. Uníos a Mí, hacedme el compañero de vuestra vida, y hallaréis descanso y felicidad. Aprended de Mí, o sea, imitadme, y llegaréis a ser tan santos, tan perfectos, que nada os inmutará ni os perturbará; hallaréis una fuente de paz y satisfacción interior: el reposo permanente. Podríamos llamar a estos tres aspectos de la invitación el Salvador: descanso, trabajo y habilidad.
Se ha llamado con razón a este mundo un mundo de fatigas; del cuerpo y del alma. La fatiga del cuerpo no es la peor cuando el alma está descansada, es decir, reposada y tranquila. Nos dice la ciencia que llevamos a cuestas de 1.200 a 1.800 kilos por metro cuadrado, que es el peso de la atmósfera según la altura en que nos hallemos. Cada hombre y mujer lleva sobre sí, quien más quien menos, una terrible carga de pecado, de errores y equivocaciones. Pero Cristo ha venido a quitar la carga del pecado (Juan 1:29; Lucas 24:46-47). Cuando se quita el pecado se alivian muchas cargas.
  • El compañerismo que ofrece
Pero Cristo no sólo quiere ser un Salvador, sino un compañero. Nos quitó la carga del pecado y no quiere que andemos por nuestros caminos otra vez a nuestro antojo, haciendo la voluntad de la carne. Esto sería la ruina de nuestra vida espiritual; la pérdida de la misma salvación. Pero éste no es el plan del Salvador; por esto se da en este texto la gran paradoja, que a renglón seguido de la promesa de descanso viene la invitación a tomar su yugo. Son las paradojas del Salvador. ¡Descanso llevando un yugo! Observamos que:
1) El yugo une. Ata la voluntad de una bestia a la otra, haciéndolas ir juntas.
2) Es un instrumento de restricción al par que de auxilio. Es un principio universal que toda fuerza, para ser útil, tiene que ser restringida.
3) El yugo es un gran auxiliar para la carga. En el terreno espiritual podemos decir que vale la pena andar estrechamente unidos con Cristo por el gran auxilio que en El hallamos en la vida. Cuando andamos cerca de Cristo cargas terribles resultan ligeras. Se ha dicho que el yugo de Cristo tiene tres anillos. Uno para el pensar, otro para el hablar y otro para el hacer, o proceder.
4) El yugo es un instrumento de cooperación. Es un gran privilegio sentirse cooperador con Cristo. Estamos arando el campo del mundo con nuestro testimonio.